A nadie sorprendió y muchos festejaron la violencia y desapego a la civilidad más elemental —formarse en una fila— de las elecciones internas de Morena ayer. No son capaces de ponerse de acuerdo para cruzar una calle sin zafarranchos, golpes y heridos; solo pueden actuar en concierto bajo la orden de una sola persona; lo demás es pleito de perros y gatos.
Pero no creo que sea motivo de festejo. Si a esto llegamos después de 45 años de reformas políticas es que no tenemos remedio. Se supone que los partidos son organizaciones ciudadanas encargadas, entre otras cosas, de la educación y formación cívicas, deben ser escuelas de ciudadanos. Y lo que vemos en los partidos todos, no nada más en Morena, no son ciudadanos. Por eso estamos como estamos, por eso triunfó el populismo, por eso la deliberación pública no existe, por eso nos manipulan con chismes de comadreja y pleitos de cantina todas las mañanas, por eso no hay medicinas, pero sí narcotráfico; por eso no hay pensamiento, pero sí odio.
Nuestro gran déficit es de ciudadanos.
Pero la violencia atávica en Morena ya la sabíamos, lo que preocupa es que lo de ayer haya sido orquestado en demostración y amenaza.
No quiero decir con ello que haya sido actuado, no, la incivilidad y ausencia de democracia en las huestes morenas es real, de carne y hueso y comprobable. Lo cual no quiere decir que no pueda ser utilizado para hacer una exposición de fuerza y violencia, un ejercicio de organización y, además, un acto disuasivo.
Me explico: “Ya que van a salir a votar —dicta una voz en Palacio— riega un poco de fuego sobre la gasolina de nuestros compañeros, ya ves lo entusiastas que son al chipote con sangre, para ver hasta dónde están dispuestos a llegar y mandarle un mensaje a los ‘conservas’ de lo que somos capaces para el 23 y 24″.
Sí, festejamos y nos solazamos de los morenos y su democracia de jauría, pero todos oímos a los lobos aullar y vimos a sus dentelladas desgarrar músculos y romper huesos.
Corrían febrero del 2000, en la Ciudad de México se imponía la candidatura perredista a jefe de gobierno de alguien sin los requisitos legales para serlo, e Ikram Antaki escribía en las páginas de El Universal “El bárbaro y los cobardes”, de donde recupero estos señeros párrafos:
“La ley de la selva no es la ley; un grupo de depredadores que deciden comerse al individuo débil y solo, no necesitan de la ley, les basta con la fuerza. Estas son las relaciones de fuerza del universo prelegal, y estas son las relaciones que nos esperan bajo el próximo gobierno perredista. Cárdenas tenía las limitaciones que le imponía el sueño presidencial; Andrés Manuel López Obrador no tendrá límites: no será el valiente educador que se opondrá al pueblo si el pueblo yerra; para él, el pueblo tiene la razón simplemente porque es pueblo, y 10 tendrán necesariamente más razón que dos o uno.
“El que empieza su reino violando la ley que regía en su reino, no será un gobernante legal: será un golpista.
“Estamos llegando a tiempos fanáticos e inseguros; no es éste el cambio con el cual soñábamos. Este cambio no es un paso adelante; es un retroceso. Esta atmósfera de intolerancia y de odio, de envidia, de maledicencia y de condena, no es una alternativa normal. Nuestra democracia no es el PSOE: ignora, desprecia y viola la ley, además de considerarla como un ‘instrumento de la burguesía’”.
En aquel febrero, Antaki se preguntaba y contestaba: “¿Por qué los demás lo dejaron competir? Por cobardía. Las instancias legales y sus propios adversarios políticos aceptaron la violación de la ley como acto fundador de la contienda. ¿Por qué? Por miedo al número, de la misma manera en que se legalizaban las ocupaciones de tierras por parte de los paracaidistas, doblando la ley al estado del hecho”.
No podemos llamarnos a sorpresa por múltiples razones: candidatura sin residencia, plantón en reforma, presidente legítimo, NAIM, Constellation Brands, suspensiones y amparos violentados, “a mi no me vengan con que la ley es la ley”, aportaciones ciudadanas al movimiento.
Pero también porque el bono democrático y financiero se le acabó, los costos de su desempeño y descalabros son ya como un elefante blando en medio de la cama y las perspectivas de triunfo en las elecciones del 2023 y 2024 empiezan a complicársele.
Lo de ayer sí es Morena, pero también un alarde y mensaje de lo que será Morena de aquí en adelante.
Nos lo advirtió Antaki y no escuchamos, pero el bárbaro reina sobre los cobardes; estos gobiernan con la ley, pero, antes, cambiando su papel de cobarde al de ciudadano.
Publicado en LFMOpinión.