Puntual, asidua y coordinada, la violencia pasó lista de presente ayer. Temprano preguntamos en qué parte del territorio nacional lo haría. Ya se había exhibido en Zapopán, Jalisco, y varios municipios de Guanajuato; también lo había hecho, un día después, en Ciudad Juárez. La puesta en escena mostró, en todos, los casos coordinación de relojero, capacidad de organización y fuego, vandalismo con marca —primero los Oxxos, luego tiendas de conveniencia—, control de los penales, debilidad extrema de las fuerzas policiales y, por supuesto, la ausencia de la Guardia Nacional, ocupada en desfiles motorizados y de las Fuerzas Armadas, atareada en volar botargas y hacerle de albañil y felpudo de la entrada.
Poco esperamos: ayer fue en la Baja California: Tijuana, Mexicali, Ensenada, Rosarito y Tecate. Nuevamente en claro concierto, intención y capacidad de fuerza. ¿Terrorismo?
Tres días al hilo y contando.
Tres días al ritmo mañanero de presionar a la división de poderes y levantar el pavor de una opinión pública enferma de contradicciones y Babeles por la militarización de lo poco que queda de civilidad en México.
La orquestada casualidad y su puesta en escena a nadie sorprenden, pero sí aterran. Que el crimen organizado “proteste” en favor de la militarización es ya algo más allá de la locura y desfachatez: sólo les falta hacer una caravana por la dignidad de la militarización y un plantón en el Zócalo hasta el anunciado 16 de septiembre donde, manifestantes y militares podrían marchar de la mano.
¿Y hoy? ¿Qué sigue, hasta dónde, hasta cuándo?
¿Nerón?