Si para sacar adelante su contra reforma judicial rompieron toda estructura y límites judiciales, legislativos, políticos y de civilidad y decencia; ¿se imagina lo que tendrán que hacer para aprobar las casi 30 leyes reglamentarias necesarias y de las que ni una línea en trazo se tiene aún?

Han roto todo a su paso. Tras de ellos todo es tierra quemada, puentes volados por los aires y naves dadas al través. Se gastaron lo poco de dignidad, credibilidad y confianza que les quedaba y hoy ya no tienen nada que negociar ni ofrecer. Menos quien se los crea.

Hasta a sí mismos se han traicionado. No una, sino múltiples veces. Han aplaudido y abrazado a sus peores eternos enemigos; desnudado su pragmatismo de principios, pudores, recatos y vergüenzas.

Han roto toda posible relación con el universo entero; no sólo en México, con partidos, sociedad civil, empresariado, iglesias, medios, aliados y enemigos; también con el orbe. Salvo Cuba, Nicaragua y Venezuela, que no creo que estén en condiciones de poderse ayudar ni a sí mismos, nadie les contestará el teléfono, les dará crédito, les creerá ni los buenos días y todos los pondrán en pausa.

A Sheinbaum le dejan un México en llamas, en ruinas e inundado de aguas negras; la víbora ya no chilla, aúlla y el mundo no le halla resquicio de confianza ni modo de leerla. Su difuminado es tan intenso, prolongado y profundo, que todos la traspasan con la mirada y la pierden entre el paisaje. El gobierno y el partido le han sido secuestrados, su triunfo convertido en cenizas y su prestigio desdorado. La ceremonia militar goebeliana de ayer se lee más como una demostración de fuerza, que de apoyo presente y futuro.

Por si ello fuera poco, han soltado la voracidad de dinero, poder y fama entre sus huestes de tómbola; los demonios entre sus amigos de los abrazos, el recelo de sus radicales hambrientos y desconfiados, y la desconfianza de sus nuevas pepenas de basureros políticos.

En su triunfo y borrachera bailan al filo del precipicio, ofenden en lo banal de su altivez de nuevo rico y en la seguridad de su mañana.

Los extremos se llaman y confunden, incluso en los abismos que los lindan. Y sus sobrados legisladores creen que es el principio lo que cursan y no el final que apuran, porque ya se gastaron todo en engañar, arrebatar y llegar. En robar, mentir y traicionar. Y hoy ya solo les queda pagar, pero hurgan en sus bolsillos y los dedos se hunden en socavones sin fin.

Lo que ayer vi en el Senado y la semana pasada en la Cámara baja fue un aquelarre donde principio y fin se funden en amasijo primordial, el bien y el mal en juego de espejos infinitos, y el presente y el futuro en instante de gozo y borrachera. Pero ya lo dijo Paz, en México toda fiesta termina en duelo.

Y solo les queda por futuro el abismo de su duelo.

Disfruten lo poco que aún les queda.

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