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Uno de los fenómenos que más ha distorsionado nuestra comprensión política es la velocidad de la comunicación e información digital. El tema lo desarrollo en detalle en “La caverna digital: muerte del pensamiento”, disponible en amazon.com.

Ejemplo de ello es la Xóchitlmania que hoy vivimos; en gran parte auspiciada y engordada desde las mañaneras y en una menor por personajes como Guadalupe Loaeza que, metida de analista política, distorsiona la conversación pública con vacuidades dignas de una opera bufa. Agregue usted las añoranzas de grandes franjas de mexicanos urgidas de creer nuevamente en algo.

Así, estamos ante una disyuntiva que es urgentes plantear: o atendemos y seguimos el globo de Cantoya que infla con asiduidad digna de temas propios de la gobernanza López Obrador todas sus mañaneras, auxiliado por analistas de la superficialidad que pueblan nuestra cotidianeidad insulsa, o nos hacemos cargo de la realidad y sus tiempos.

Permítame plantearlo en los siguientes términos: o vemos a Xóchitl en el tiempo, o nos cegamos con la Xóchitlmania hechiza.

En el primer caso se trata de observar a la persona, su comportamiento, capacidades, experiencias y reacciones con el mayor rigor y objetividad posibles. Para ello requiere tiempo para mostrarse, discursar y actuar. En el segundo se trata de volar por los aires, una vez más, sin ningún aprendizaje del pasado, para soñar con entelequias, comprar aire y entregar nuestro futuro a un sueño fabricado mediáticamente.

Hago énfasis en que no estoy hablando de la persona, sino del fenómeno político y mediático que puede terminar por desdibujarla y tragársela: anularla en soundbites y likes. Hay quienes, no sin razón, se preocupan por su seguridad física. Yo, sin demérito de ello, me preocupo de su distorsión perceptiva, por la traición mediática a su persona verdadera.

Lo pongo más crudo: creo que la señora Gálvez puede ofrecernos una alternativa electoral viable si le damos la oportunidad de demostrarlo y construir un compromiso de proyecto de nación amplio y enraizado. O, por el contrario, podemos dejar que la abyección, entusiastamente superficial, auspiciada y alimentada desde la perversidad de Palacio y por tontos útiles, acabe con el personaje, su potencial y futuro.

Es tiempo de comportarnos como ciudadanos maduros. Nadie más que nosotros organizados podemos salvarnos. No necesitamos de una nueva versión de Benito Juárez, Ya de héroes debiéramos de estar hasta la madre. Necesitamos de una ciudadanía madura, comprometida y responsable que sepa construir acuerdos y decisiones racionales, y elegir responsables, no salvadores.

O Xóchilt de carne y hueso, o una entelequia desinflable después de la juerga y el engaño.

Démosle y démonos la oportunidad.

Garantisémosle tiempo y oportunidad de mostrársenos realmente.

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