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La soledad es una enfermedad silenciosa que tiene cura: estrategias para superarla

La soledad aplasta el alma, pero los investigadores han descubierto que causa mucho más daño que eso. Está relacionado con accidentes cerebrovasculares, enfermedades cardíacas, demencia y suicidio; rompe el corazón tanto en sentido literal como figurado.

La soledad es tan mortal como fumar 15 cigarrillos al día y más letal que consumir seis bebidas alcohólicas al día, según el cirujano general de Estados Unidos, doctor Vivek Murthy. Dijo que la soledad es más peligrosa para la salud que la obesidad y, lamentablemente, nos hemos vuelto cada vez más solitarios. La mayoría de los estadounidenses informan que experimentan soledad, según una escala ampliamente utilizada que plantea preguntas como si las personas carecen de compañía o si se sienten excluidas.

Sin embargo, también existen soluciones, enfoques que crean conexiones y nos unen. Gran Bretaña es el pionero de estos esfuerzos, ya que estableció el puesto de ministro para la soledad en 2018. Gran Bretaña supervisa las asociaciones público-privadas que unen colectivamente a millones de personas con programas como caminatas por la naturaleza, talleres de composición de canciones y recogida de basura comunitaria.

Un ministro para la soledad es una necesidad menos obvia que un ministro de Defensa o un ministro de Relaciones Exteriores. Pero otros países están prestando atención: Japón también ha nombrado un ministro para la soledad, Suecia tiene un ministro de asuntos sociales que ha abordado la cuestión de manera agresiva y ha habido llamados en Australia y otros países para un puesto de ese tipo.

Esto se debe a que, si los investigadores están en lo cierto, el aislamiento social probablemente mata a muchas más personas en Occidente cada año que los terroristas y asesinos, y le cuesta al público enormes sumas en costos de salud innecesarios.

Las soluciones a la soledad son así: pequeños empujones que nos alientan a relacionarnos de la forma en la que evolucionamos. Son tan fáciles y la soledad parece tan debilitante que deberíamos hacer más.

Hay pruebas abrumadoras que sugieren que, en aras de nuestra felicidad y bienestar, nos necesitamos unos a otros.

* Este artículo apareció originalmente en The New York Times

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