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En 2018 el mal cálculo de los partidos hizo concurrentes con la elección presidencial muchas elecciones locales. Antes de ello, el fenómeno de arrastre se daba sólo de la candidatura presidencial para con las de senadores y diputados federales; en 2018 fue casi generalizado y la gran mayoría de los mexicanos se enteraron a quiénes habían elegido como munícipes, diputados locales o gobernadores hasta que empezaron a sufrirlos.

En 2024 concurren incluso más elecciones que en el 18 pero, sin embargo, las candidaturas presidenciales no ejercerán un efecto de arrastre, porque no entusiasman ni a sí mismas, porque los partidos son presa de una profunda descomposición y un generalizado rechazo, y porque la moda de la política espectáculo empieza a enfadar más que a engatusar.

No veo entusiasmo en estas elecciones. Priva el temor, la zozobra, el desgano y la tristeza en los ciudadanos. Ente los partidos la atonía, el aislamiento, la medianía y el terror, mucho terror.

La magia electorera ya a nadie sorprende, entretiene ni engaña. El clientelismo, como las lealtades de nuestros políticos, se amelcocha y diluye en la simulación. Los partidos dilapidaron recursos, cuadros, militancia, experiencias y capacidades. Hoy son políticamente un desecho. Desgobierno, desinstitucionalización, ilegalidad como estrategia del poder, abdicación y sumisión ante el crimen organizado; la mentira, la polarización, la alevosía, el dolo, el pleito de cantina, el golpe bajo y la irresponsabilidad reinan desde el lugar del gobierno.

Y así, nos adentramos a unas elecciones horribilis, en condiciones que no podrían sernos más ominosas y de todos conocidas.

Pero en estas elecciones la dinámica no será de arrastre, sino de empuje, no se va a jalar desde arriba, sino a irrumpir desde lo local.

Ante toda la descomposición política e institucional, sólo nos queda una cosa: nosotros mismos.

No queremos verlo, pero los tenemos muertos de miedo. Día a día ven que sus trucos ya no funcionan, que sus artilugios no sorprenden, que sus trapecistas y arlequines no entretienen.   Hoy el miedo lo exudan por los ojos. La indiferencia y desaprensión ciudadanas, el abstencionismo, el ninguneo de las nuevas generaciones, la desconfianza de las viejas, el desdoro de sus artes y artimañas, lo anodino de sus campañas, lo pírrico de sus imposturas los tienen en estado de pánico.

La misma demoscopia se declara incapaz de medir los humores ciudadanos porque ellos mismos no terminan de entenderse, de asentarse, de definirse. Lo que bulle hoy en México es aún indefinible y medible; los sabores no terminan por amalgamarse, las contradicciones por encauzarse, la aurora por despuntar. Y eso, es nuestra mayor fortaleza ante los hasta ayer dueños de nuestra democracia.

La zozobra que con sus juegos de poder inocularon en la sociedad hasta alienarla, hoy se les regresa con creces: hijos de las crisis, colmamos de ellas y sus incertidumbres a quienes ahora nos piden definición contundente ante sus propuestas inasibles, sus engaños, sus fetiches, sus ineptitudes, sus falsedades, sus ridículos, sus cancioncitas.

Así, hoy sólo quedamos nosotros y nuestra circunstancia. Y uso las palabras de Ortega y Gasset porque, como bien lo dijo: si no resuelvo mi circunstancia no me salvo yo. Y nuestra circunstancia es nuestro particular entorno: nuestra localidad.

El sujeto principal de estas elecciones ya no fueron los candidatos, tampoco los partidos, menos los gobiernos en turno. La dinámica tampoco es de arrastre ni de arrasar. Hoy se han invertido los papeles y los sentidos.

Estas elecciones se tratan de ti y de tu circunstancia. Desde ella hemos de construirlas.  No son de qué te van a dar, prometer, decir, distraer y entretener, o bien con que te van a enojar, enamorar o atolondrar. Se trata de qué necesitas tú y tu circunstancia.

Tu voto debe ser en favor de ti y desde tu localidad. No es un voto que entrega, sino que impone, que define, que ata, que demanda, que ordena.

Primero a tu presidente municipal, quien, atado a tu diputado local, igualmente mandatado, vean por resolver tus problemas, pero no en México y desde una mañanera, sino en tu cuadra, en tu barrio, en tu ejido. Y ambos, pelear ante diputados federales y senadores tu problema y los de tu localidad. Y todos, exigírselos al gobernador y éste, sumado, al presidente de la República sea quien sea, porque para entonces ya nada se le deberá a ella o él; sino que todo se deberá a ti y a tu localidad.

Vota por ti y desde lo local: Tú y tu circunstancia, no la del “candidato” ni su partido.

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