Los secretarios de Gobernación solían hablar en contadas ocasiones en público y no aceptaban entrevistas banqueteras —Reyes Heroles aducía a su derecho a quedarse callado—, porque su papel de jefe de gabinete e interlocutor político les exigía cordura, prudencia, estrategia y sobre todo mantenerse ajeno a los conflictos para poder en su momento jugar de amigable y hasta no amigable componedor.
Pero claro, eso era cuando la política tenía más valor que “Los martes del jaguar”.
Así, el actual secretario de Gobernación se ha caracterizado por ser un cofre abierto.
En Sonora confesó no acudir a una asamblea informativa sobre la reforma eléctrica, sino a un mitin en favor de la ratificación de mandato de López Obrador, algo expresamente prohibido por la norma que protestó cumplir y hacer cumplir.
En el Estado de México, hizo público que en su fuero interno no existen actos anticipados de campaña, porque “los tiempos del ‘Señor’ son perfectos”, aunque violen, otra vez, la Constitución.
Y ahora que el INE y el Tribunal Electoral lo encuentran culpable de actos anticipados de campaña, dice que “no importa, porque ya lo van a desaparecer (al INE) los diputados”.
Detengámonos un momento, porque además de estar hablando de un secretario de Estado, para efectos prácticos, cabeza del gabinete, se trata de un licenciado en Derecho, que sabe que, en tanto no ‘desaparezca’ es una autoridad y debe obedecerse, y, aún desaparecida, la aplicación de la norma subsiste en su contra hasta que haya uno reforma posterior que lo beneficie.
Pero lo más importante es que en ningún momento niega los hechos y las conductas, antes bien los confirma y convalida. Repetimos, no obstante ser abogado, admite una afirmación que encierra otra; así dice en tiempo futuro: de ‘ocurrir’, sin negar que antes ya había ‘ocurrido’, como aquel al que le preguntan si todavía golpea a su mujer y contesta sí, admitiendo que le pegaba y le pega. Así contesta Adán Augusto: “Pero bueno, si me corre el INE —admitiendo una conducta pasada y posiblemente futura— no importa, porque ya lo van a desaparecer los diputados”.
Y para que no quedara duda, no obstante haber alegado previamente en la entrevista que la ley prohíbe a los funcionarios públicos hacer proselitismo “en días de semana o cuando uno esté desempeñando el cargo público” —no así los actos anticipados de campaña sin distinción de día—, como secretario de Estado en gira de trabajo y día y hora hábiles afirmó: “Hoy parece irreversible el resultado de la elección presidencial del 2024 a favor de la 4T”, para luego regalarnos la cereza del pastel: “Más allá de que se llame Claudia, Marcelo, Adán, Pedro o Juan, no es un asunto personal, sino colectivo, en un ejercicio conjunto”, o sea, una violación tumultuaria y concertada.
Lo cual alimenta mi hipótesis: todo es una representación orquestada; en las propias palabras del secretario de Gobernación: “No nos andamos peleando como perros y gatos, más allá del nombre hay que contribuir al legado que nos está dejando el presidente Andrés Manuel López Obrador”.
La clave está en el legado. ¿A qué se refiere cuando habla de legado?
Para mí, el legado es un México sin condiciones, ni leyes, ni instituciones que hagan posible la democracia: el legado no son las corcholatas, el legado es el legatario mismo: López Obrador.
Y por si acaso las corcholatas no lograran acabar con las instituciones democráticas antes del 2024, quedaría el narcotráfico apoderándose de las elecciones. Por eso pasó de moda y fue desechada la señora Gordillo de la lista de sus aliados: ya no necesita a su ejército de maestros operando en casillas; igual suerte corrieron los partidos de Pedro Haces y Encuentro Solidario —a los que mató antes de nacer— y corren sintiendo ya pasos en la azotea el Verde y del Trabajo: entre menos burros más olotes.
Los generales revolucionarios decían que habían llegado al poder por las armas y sólo por las armas los sacarían. Entre ellos se encargaron de hacerlo, cada elección era un alzamiento armado. Por eso se “institucionalizó” la guerra por el poder por la vía civilizada y democrática. Pero cuando alguien que llegó por la democracia no acepte irse democráticamente, construye en un ‘ejercicio conjunto’ para desaparecerla.
No se trata de corcholatas, sino del legatario-legado.
PS. Escuchemos más atentamente al secretario de Gobernación.