Inopinadamente, sin la teatralidad que suele inyectarles a los lanzamientos de sus distractores, al margen de la mañanera —que en este sexenio es fuera de toda realidad e importancia—, sin los padres de los 43, sin sus asesores y movilizadores políticos y sin el grupo de expertos a sueldo, ayer temprano se dieron a conocer las conclusiones de la Comisión de la Verdad sobre la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa, y preguntábamos por qué ahora, por qué así.
Poco esperamos por la respuesta.
Partamos de que en este gobierno de mañaneras todo es percepción. A grado tal que López Obrador ve como un peligro a la seguridad nacional no salir en ellas al aire sábados y domingos, y amenace con hacerlo, alegando que, si no lo hace, sus adversarios, hipócritas y perversos, le ganan la narrativa del día y le elevan los costos de los distractores de las mañaneras del lunes.
Pues bien, la transformación es en la percepción, mientras acaban con México en la realidad.
Y urgía un acto de ese calado, aunque significase dar al través con la consigna de “vivos se los llevaron, vivos los queremos”, porque Rosario Robles lograba, finalmente, su libertad.
Injustamente encarcelada en abuso de la figura de prisión preventiva, Robles jugaba como ejemplo disuasor de lo que les pasa a aquellos que no se pliegan a los caprichos de Palacio, principalmente a los que juegan el triste papel de floreros y corcholatas; pero también de un distractor importante, como lo fue la Estafa Maestra, hasta que Segalmex la desbancó. Claro, sin el escándalo mediático que mereciera. ¡No hubiera sido Ciro o Loret!, porque tendrían reflector por semanas. Pero no, Segalmex, que ronda los 11 mil millones de desfalco, pasó sin pena ni gloria por un anuncio del florero de la Función Pública.
Pues bien, la salida de Rosario es una terrible derrota para Palacio y un respiro para los que aún creemos que el poder Judicial de la Federación aún tiene remedio y tamaños. Una derrota que había que tapar con un gran distractor que, de paso, ocultara lo de Segalmex, la controversia del T-MEC, el narcoterrorismo, la inflación, la sequía, el Tren Maya, los medicamentos que aún no llegan y la imposición de un plan de estudios ideologizado, desconocido y en la opacidad máxima. Y ¡claro!, la militarización, más el asesinato de la democracia.
Qué mejor que Jesús Murillo Karam.
Así, en horas todo se consumó.
Ayer mismo nos respondieron en los hechos por qué la necesidad de dar por muertos a los 43 normalistas: para sacarlos del escenario por inservibles en esta nueva puesta en escena. Cambio de temporada, nuevos personajes. Adiós normalistas. Bienvenidos exfuncionarios del Estado.
Con la militarización, el presidente dijo “ya”, significando no estar dispuesto a esperar más, ni a negociar con nadie, ni nada. Actitud propia del autócrata.
Pues ayer repitió ese ya, sin mayor arte ni magia; dispuesto a mostrar impúdicamente todo su poder. Nada de ir mostrando la prestidigitación poco a poco. “Ya”, todo de un jalón y en unas horas.
¡Me ganaron con Rosario, me agandallo con Murillo!
Cambio de cartelera, de artista estelar y de conversación.
Ruido, mucho ruido. Percepción y distractor.
Mientras México arde y nuestro futuro se pierde.