Desde que empezamos a conversar lo que es ya Méxicolectivo se extendió por el espacio una sensación de inmanencia. Hoy, ya creado, puedo decir que, al momento, su mejor definición es ser inmanente.
Inmanente es aquello que “permanece dentro”, pero su mejor descripción es la que hace Derrida del lenguaje filosófico de Deleuze: aquello para hacer decir o para dejar decir algo que todavía sigue siendo secreto para nosotros.
En nuestras largas conversaciones e intentos por versarlas en blanco y negro estaba inmanente un querer hacer decir aquello que todos sabíamos era lo que deseábamos para México, pero no encontrábamos las palabras correctas para hacerlo. Porque no era solo el problema de decir lo que le duele a México y cómo resolverlo desde el gabinete. Diagnósticos sobran, planes de gobierno, plataformas electorales y propuestas programáticas teníamos para atrancar las puertas y, sin embargo, la sensación de inmanencia pesaba sobre nuestra estéril mudez.
Nos enfrentábamos a repetir lo obvio, a decir aquello que la gente quiere oír, a perdernos entre las mangas del chaleco, las disquisiciones de expertos, las proclamas insulsas o los pleitos y distracciones. Lo sabido y la comodidad propia de la verdad petrificada pesaba contra la necesidad de adentrarnos en lo no conocido y no descubierto. Nuestras certezas e inmovilidad, sin embargo, ya no nos eran útiles ni funcionales, ya no penetraban nuestras tinieblas. Insistir en las viejas y sobadas prácticas, en nadie despertaba ya respuesta alguna.
Teníamos que buscar adentro. En nuestra esterilidad intelectual, en nuestro miedo ancestral, en nuestra comodina impotencia; en aquello que ha hecho de nuestra vida una carga y no un gozo, y no era cosa tampoco de unos cuantos, por más plurales que fuésemos. Habíamos de ir a la ciudadanía, donde —¡paradoja! — reside la soberanía inmanente y la Patria.
En otras palabras, remover rocas, usos, costumbres, miedos, comodidades, saberes e intereses. Ver más allá de nosotros, de los liderazgos conocidos, de los grupos organizados, de las estructuras inamovibles, del horizonte petrificado. Regresando a Derrida: “una especie de salto de todo el cuerpo, sin moverse del sitio, que troca la voluntad orgánica por una voluntad espiritual, que desea ahora no exactamente lo que sucede, sino algo en lo que sucede, algo por venir que está de acuerdo con lo que sucede”, con lo que va aconteciendo.
En nuestro ser nacional, sabíamos, —presentíamos— de una efervescencia que recorre silenciosa e invisible nuestro cuerpo colectivo; una inquietud innombrable, una sensación que se sucede sin terminar de develarse por completo. Una especie de inquietud, gozo y quietud que se sabe y disfruta aún antes de vivirla, bajo la certeza que ahí está, pero aún no se des—cubre ni deja asir. Eso, hoy, es Méxicolectivo: un esfuerzo por salirnos de lo definido: hacer un alto en el camino, poner un punto y aparte, y, luego, un Punto de Partida: un nuevo comienzo, un nuevo camino y un nuevo andar y un nuevo ritmo; una nueva seguridad en nosotros y nuestro destino.
Por eso no podemos decir todavía a y hasta dónde habremos de llegar, porque eso es precisamente lo inmanente que subyace en los Sentimientos de la Nación que queremos nuevamente despertar y escuchar para que guíen la Nueva Visión de País que queremos construir, más allá de la coyuntura, más allá del pesimismo, más allá de la rijocidad, más allá de las tinieblas.
Méxicolectivo no es hoy una idea hecha, es una idea haciéndose, un despertar colectivo. Despertar ¿a qué? A nuestro ser nacional.
Méxicolectivo no tiene dueño y menos dueños; pretende reencontrarse y fundirse con la pluralidad de México mismo, y ser uno y lo mismo en su inmarcesible diversidad.
Méxicolectivo busca reencontrar el ritmo de nuestro palpitar como Nación y como Patria, en concordia, en solidaridad, en respeto, en verdad, en seguridad, en paz y en justicia.
Méxicolectivo no ve solo al pasado, es ansia de futuro; no combate, construye; no es cerrado, se abre a todas las corrientes de pensamiento y a todos los anhelos y sueños de las contradicciones de un México de fusiones múltiples.
Por eso no puede tener color, porque México, o es de todos en armonía, o será solo oscuridad y nada.
¿Qué sigue? Hacer surgir de la inmanencia ciudadana un nuevo México explícito, que exprese clara y determinantemente nuestro ser, querer y futuro.
Eso es Méxicolectivo: el sucederse en el des—cubrimiento y construcción colectiva de una Nueva Visión de País.
¡Una nueva Patria!