En sucesiones presidenciales hemos visto a satanás, sus pompas y obras. Al averno mismo. Pero nada como ésta. Hay, desde la denominación de corcholatas, una carga de humillación y perversión sin igual. A estas alturas estamos ciertos que no se trataba exclusivamente de jugar al tapado versión 4T, sino de hacer reinar la insidia, la inquina, la sevicia, la ignominia.
No requerimos gran tramo de memoria. Veamos lo más cercano en el tiempo. Un buen ejemplo fue la entrega del bastón de mando, evento del que hubo dos fotografías. Una desordenada, amontonada, improvisada en un portal que pudiera ser de lonchería, donde sin mayor ceremonia, casi por no dejar, se entrega un trozo de madera que pesa más de lo que vale y la corte de gobernadores inútiles aplaude como la consejera jurídica de la presidencia, entre golpes bajos y pisotones por salir en la fotografía histórica.
La otra, sin embargo, fue la estudiada, preparada y ejecutada. Se aprecia escenario, encuadre, iluminación especial y control de la ejecución. En ella, Claudia, ya armada con el bastón de mando, con el Templo Mayor al fondo, escucha en las penumbras con la cabeza agachada, como regañada y apocada, las Grandes Palabras de un López Obrador perfectamente iluminado y dueño de la escena de casi una ofrenda a Huixilopochtli, donde no cabe lugar a dudas quién es éste, ni a quién le extirpan el corazón y el ser.
La segunda fue —y aún es— un Ebrard insumiso, renegado y ausente ante Claudia y, sin embargo, para con YSQ, sobreviviente, tranquilo, seguro, genuflecto y guardado… ¿Por si acaso?
La tercera fue la Inteligencia Artificial de Batres —natural no tiene—, boicoteando a La Jefa y saliéndose con la suya sin raspón alguno y con una hermana postulada para ¡La Corte! ¿Casualidades a estas alturas?
La cuarta fue cuando en la Ciudad que había gobernado, a Claudia le hicieron el vacío los de casa en el Estadio Azul, donde “Es Claudia” dejó de ser.
Enseguida, y prometiéndole un desagravio, la Utopía de Brugada se convirtió en la pesadilla y humillación de Claudia, que sin con qué clamaba una unidad que jamás a tenido.
Luego vino el sí pero no: ganaste, pero no es Harfuch y a tragar sapos encamándose con los enemigos.
Siguió la presentación de “su” equipo de campaña, en donde sólo les faltaron Andy y José Ramón.
Pero lo del martes, sin ser lo último, lo pinta todo; su futuro, antes que nada.
Un presidente ve todos los días a infinidad de personas de las que nadie se entera, se llama agenda privada y no es una excepción rara, sino una cotidianeidad para quien tiene una Corte y Guardia Imperial para garantizarlo.
Si la visita de Claudia a Palacio Nacional se supo, fue porque el presidente así lo ordenó. Quería que se supiera, que no quedará duda que aún manda, que la Coordinadora de la 4T no coordina nada ni a nadie. Que corre a él al chasquido de sus dedos. Y sí, es muy probable que hayan hablado de Beatriz, la familia y la película de Napoleón. Porque de lo que se trataba era de mandar el mensaje de que “Aquí sólo mis chicharrones truenan”.
Creámosle a Claudia, quien poco favor se hace a sí misma al decir que ni línea le dieron. Ojalá hubiese ido a ver candidaturas parlamentarias, estrategias de campaña, financiamientos del Bienestar, liberación de espacios. ¡Bueno!, permiso para tocar temas vedados en su agenda. Pero no, ni para eso tiene espacio.
Fue llamada a Palacio para ser humillada una vez más. Así como se planeó la foto del Templo Mayor, así se planeó y ejecutó la fotografía de ella saliendo de Palacio de escondidas en exhibición, mofa y befa: pequeña, sorprendida, sojuzgada, humillada. A eso fue llamada. Y, parece, que es eso a lo más que podrá aspirar.
¿Qué sigue?
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