Por: Luis Farias Mackey
No, no es México, sus problemas, su sobrevivencia como nación, su democracia, su seguridad. No son las medicinas, ni la salud de los niños, ni la educación. No es tu trabajo, tu seguridad social, tu empleo, tu ingreso, tu sustento. Es “la generación equivocada”.
No sé a ciencia cierta si son una generación y menos si a alguien representan. Pero no discuto su autocalificativo: están equivocados.
Creen en la imagen y el color, pero desconocen el valor de la palabra hasta autoincriminarse.
México y lo político no pueden reducirse a unos tenis, una camiseta, una publicidad absurda, banal y apolítica —Alfaro dixit—; a una cancioncita; una Oda a lo ridículo. México no es un grupo etario, ni una clase económica minúscula y aculturada, ni una locura digital.
Y entre tantas sus equivocaciones alinea la paranoia de que se metieron con ellos —“la generación equivocada”—. Nadie se metió con ellos, solitos se hicieron todo: sus decisiones y actos les preceden y definen.
Sus palabras pesan: son la generación equivocada.
En el caso de Samuel, además, lo incriminan en conductas que pudieran ser delictivas.
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