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Los flamantes coordinadores parlamentarios del Senado y de diputados, Adán Augusto López y Ricardo Monreal, exhibieron sus miserias y se vistieron de ellas.

Ambos en tribuna y en la sala de su casa, respectivamente, sin ningún recato, se evidenciaron de qué están hechos: de mezquindad.

Con su actuar público revivieron la temática de la película del “Rey León”, asumiendo el papel de Scar, Adán Augusto López, el hermano que ambiciona ser el Rey, y la hiena, Ricardo Monreal, que está presto a dejar de ser carroñero para formar parte del reinado.

Personajes que propician el acecho para lograr sus propósitos a través de la insidia.

En esa lógica, se apegan al guion de la película, apoyando su ejercicio público en la vileza y la traición, como principios para acceder al Poder.

Bajo esa perspectiva empatan sus virtudes para llegar y compartir el poder, uno en el Senado y otro en San Lázaro.

Pero, disfrutar del poder y de la gloria, los hace personajes engreídos que buscan ser únicos y necesarios, por encima de los demás.

Sin embargo, esta hambruna de poder de Adán Augusto López y Ricardo Monreal, tiene sus asegunes, al igual que en la película, muestra, no solamente sus diferencias respecto quién tiene más Poder de decisión, además exhibe de manera mayúscula su voracidad por hacer valer su estilo patrimonial: adueñarse del presupuesto.

En la película significa, comida, en la vida real, representa, Poder.

Ese es el quid del pleito entre Adán Augusto López y Ricardo Monreal.

El punto es que su soberbia los ciega y no miden sus consecuencias, al igual que Scar y la hiena.

En la película, la traición los devora.

En la vida de la cuarta transformación, la traición, será su propio cadalso.

Ya se verá.

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