En lo que respecta a los partidos políticos en la mayor parte del territorio nacional, pero hablando claro y de frente en lo que es la entidad DURANGUENSE, para nadie es secreto que se dejó de lado la espiritualidad y voluntad de las militancias, para dar paso al acomodo de los amigos y socios que se les fueron acercando a la “clase política”, por supuesto que no podré omitir la mayúscula vulgaridad de las herencias patrimoniales de los usos y costumbres de los políticos que es precisamente dejar a sus descendencias que más que otro talento es un simple apellido. 

​La sociedad ya exige una calidad de partidos y propuestas a la altura de las necesidades (O SEA BASTANTE ELEVADA), la misma militancia ha sobajado el único y fiel propósito de la esencia de la misma: “Las y los militantes son ciudadanas y ciudadanos que, en ejercicio de sus derechos político-electorales, se afilian a un partido político nacional o local”, en lo que menos gozan y ejercen es ese derecho, ya que las militancias han sido desplazadas por los amiguismos y lo que ya todos conocemos que no amerita un digno actuar en el ejercicio de la democracia. Son y fuimos los mismos militantes que permitimos que se perdiera la razón a un ejercicio natural y “decente” para conducirse a buen GOBIERNO, somos nosotros mismos que por no alzar la voz como se acostumbraba hace algunas décadas se permita hoy ser viles lacayos de una clase burguesa, solo se requiere hacer un breve espacio para reflexionar en algo muy cierto: NO HAY PEOR JODIDEZ QUE VER A UN POBRE APLAUDIENDOLE A UN BURGUES, la cual es la realidad en Durango. 

​ No tengo la fe ni la esperanza puesta en un partido, pero por supuesto tengo el frenesí para hacer uso y disfrute de un derecho que nos corresponde a todos los mexicanos, nos urge dignificar las militancias en México, para lograr perfiles más competitivos que requerimos para salir de esta mezquindad en un negocio redondo de unos pocos cuantos. 

Por la dignidad de México nos urge rescatar las bases del pueblo con militancias dignas y valientes de no ceder ante las atrocidades de los mismos. No deben ni permitiremos silencien la voz ni minimicen nuestra postura. La verdad nos hará libres y por supuesto la veracidad de nuestros actos nos conducirá al buen gobierno en cualquiera de sus niveles.

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