Siendo por origen crisol de contradicciones, México se rige desde hace mucho por la Ley de la Sopa de Lentejas. Inopinadamente nos hemos sometido a ella a grado tal que somos nosotros mismos los mejores defensores de su yugo.
Con Méxicolectivo no pudiese ser la excepción y se nos aplican sus categorías de análisis y evaluación: o la tomas o la dejas. Nuestro planteamiento programático, dicen, es raquítico, el diagnóstico incompleto y carecemos de definición electoral; pero no paran mientes que esos circuitos son, precisamente, a los que nos rehusamos a entrar.
Un año y medio es mucho tiempo para pergeñar un texto de 14 cuartillas a renglón cerrado que no concluye en un cuerpo ideológico y programático, y menos en una proclama política pragmática. Pero esos pecados que se nos achacan, no solamente son ciertos y voluntariamente aceptados y ejercidos, sino, creo, la diferencia. Diferencia que la Ley de la Sopa de Lentejas no les permite ver.
Ojalá y la solución de los grandes problemas de México se redujera a un simple con melón o con sandía. Respetamos a los que así lo consideran, pero a nosotros no nos es suficiente.
Nos rehusamos, y ése es el verdadero corazón de nuestra propuesta, a caer en “o la tomas o la dejas”, o “de Chía o de limonada”. Partimos de que estamos mal desde hace décadas, que hemos recorrido ya todos los extremos de nuestra geometría política y que nuestros circuitos de esperanza—decepción nos son cada vez más letales. Nuestros salvadores, profetas y apóstoles han fallado en toda la línea y, aún así, nos obstinamos en lamer la yunta a nuestro cuello y en postrarnos ante su credo, profecías, culto y ritos.
La primera gran definición que tenemos que tomar es si queremos seguir regidos por el “lo tomas o lo dejas”; si es posible aceptar que puede haber algo más que las mismas opciones tantas veces probadas y sufridas. Si nos es dable pensar un México diferente, opciones nuevas, valoraciones y futuros más allá de lo conocido. Formas y comportamientos políticos más allá de nuestras taras ancestrales.
Por eso llamamos a abrir espacios y tiempos ciudadanos para escucharnos. Pero escuchar principalmente a los que por décadas no han sido escuchados, a los que siempre se les ha dictado desde las élites y sus púlpitos “o lo tomas o lo dejas”. Mal haríamos si invitásemos a abrir una conversación ecuménica parcelando de entrada la realidad bajo opciones cerradas y conclusiones prefijadas. Eso que tanto nos critican es, precisamente, lo que nos rehusamos a hacer.
Méxicolectivo llama a un punto de partida, nada más. Méxicolectivo no es algo hecho y terminado, es algo por hacerse, diferente y diverso a lo hasta ahora conocido. No dicta, invita; no conduce, escucha; no tiene dueños, tiene convocantes, y no tiene color, no lo puede tener, porque es algo por hacerse, no es algo hecho.
Lo único definido hoy en Méxicolectivo es que no se rige por la Ley de la Sopa de Lentejas. Reclamarnos que no nos la traguemos indica que vamos bien.
Se preguntaba si habría vida después del PRI; habría que preguntarnos si hay más sopas que la de lentejas.
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