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La creación del socialmente inútil Sistema Nacional Anticorrupción y sus réplicas en los estados, se originó como la salida política de Enrique Peña Nieto después de que las argumentaciones poco realistas que utilizaron él y su esposa intentando justificar la propiedad de la llamada “Casa Blanca” no fueron creídas por nadie y todo esto fue una consecuencia del reportaje periodístico que documentó el origen de cómo adquirieron realmente esa propiedad.

En México la corrupción es socialmente aceptada, la gente se acostumbró a convivir con los corruptos, son sus vecinos, comparten amigos, hacen negocios con ellos, sus hijos son compañeros de colegio; todo mundo sabe quienes son y los tolera, sólo señalan esos enriquecimientos meteóricos e injustificados en privado, no lo hacen abiertamente y cuando trascienden regularmente es a través de los medios de comunicación.

Nunca como ahora la política había producido tantos nuevos ricos, grandes, medianos y chicos, burócratas improvisados y “emprendedores” espontáneos que al terminar los sexenios ya son unos potentados que dejaron la casa de interés social y se fueron a los fraccionamientos residenciales, personajes que en poco tiempo logran fortunas superiores a empresarios que llevan generaciones invirtiendo y arriesgándose.

Los politicos contemporaneos se dieron cuenta de que cada vez era más difícil tomar directamente el dinero de la hacienda pública como se hacía en el siglo pasado, así que empezaron a desviarlo a través de las “empresas” de sus amigos, socios y familiares para que después se los regresaran por otras vías menos comprometedoras, pero igual de ilegales.

No hay mucha sorpresa por la corrupción del “servidor público”, independientemente de que sea el más modesto o el más encumbrado, son valores entendidos, incluso socialmente justificables por la idiosincrasia; esa que ha hecho suyas frases como: “El que no transa no avanza”, “La moral es un árbol que da moras”, “No me des, ponme donde hay”.

El principal enemigo de la corrupción no ha sido ningún fiscal o contralor, sino la prensa libre y la tecnología, a partir de Internet y del auge de las redes sociales se empezó a masificar la información de los casos de corrupción, la presión cada vez está siendo mayor, ya no basta con callar a muchos medios de comunicación tradicionales que solo elogian a los políticos cuando están en el poder, que los ignoran cuando lo dejan y luego los señalan cuando caen en desgracia. La sociedad ya no se conforma con simples discursos mientras atestigua la inacción de las instituciones y ve la complacencia de varios gobernadores que convencieron al electorado con el discurso de la “anticorrupción” mientras sus antecesores y en algunos casos sus propios colaboradores siguen en la impunidad.

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