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Vivimos tiempos inéditos, donde las palabras ya no tienen su significado único e indiscutible. Donde pueden, incluso, significar su contrario.

Hoy todos hablamos de seguridad, pero mientras más se habla de ella, menos seguridad se comunica. Antes bien, al versar seguridad en realidad expresamos la inseguridad que nos agobia.

Hoy de tanto hablar de seguridad, lo que en el fondo hacemos es evitar nombrar por su nombre el miedo que carcome nuestras entrañas.

El gobierno argumenta que es por seguridad que tenemos que extender un cheque en blanco a un régimen militar. Algo así como el “orden porfirista” (seguridad), sin democracia, sin derechos sociales, sin salud, sin educación, con encasillados, con Cananea y Río Blanco, y Madero expatriado por osar pretender el sufragio efectivo y la no reeleción, pero eso sí, con harta seguridad. O como la seguridad nacional de Bush hijo, que significó merma de libertades y derechos, la violación de derechos humanos, la prostitución de los sistemas de inteligencia y guerras que aún están pagando.

Ayer un amigo me hacía ver la diferencia entre ser demócrata y héroe. Porque la democracia es un sistema de libertades y derechos normado y civilizado; en tanto que pelear por las libertades, los derechos y la democracia lleva de por medio jugarse el pellejo.

Cuando se vive en seguridad no es necesario hablar de ella. Cuando falta, hablamos de seguridad porque sufrimos la inseguridad y reinan el miedo y la zozobra. Hoy lo que verdaderamente nos hace falta es la seguridad de no ser sometidos por miedo. Que lo único de que estemos seguros sea del miedo.

Lo que el presidente nos vende como un acto de patriotismo —la militarización— no es más que el reconocimiento expreso del fracaso de su estrategia de seguridad — “abrazos, no balazos” — o, quizás, su triunfo, que hoy se expresa ya en su versión de estar a un paso de un régimen de excepción, que lo primero que excepciona son las libertades y la democracia. Algo así como la permanencia antidemocrática en la dirigencia de Morena por la cercanía de las elecciones, o el intento de alargar el mandato del gobernador en Baja California o el de Zaldívar en la Corte. En otras palabras, ante la emergencia nacional, la “seguridad” de el no sufragio efectivo y la reelección, o bien el maximato.

Recuperemos el significado de las palabras. Hoy cuando decimos seguridad, significamos miedo e inseguridad; ausencia de la cualidad de seguro y, quizás, de libertades, derechos y democracia.

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