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En medios trasciende que México se estanca en el ranking del Índice de Percepción de la Corrupción de Transparencia Internacional, al repetir por tercer año consecutivo el índice 31, y retroceder dos posiciones al pasar de la 124 a la 126 en la edición 2022

Algo más que incómodo para un Ejecutivo que ha hecho del pasado y el combate a la corrupción su eje discursivo, que se señale a su administración de tal resultado.

No obstante, el mandatario o su gobierno podrán argumentar que en 2018 el país tuvo su peor momento, al situarse en el ranking 138 con un índice 28, mientras que en 2017 fue de 135 e índice 29. En la edición 2019 descendió al ranking 130, con un índice de 29; en la 2020 y 2021 descendió al 124, aunque subió al índice 31.

Difícil será quitar esa bandera al presidente, quien monopolizando la narrativa en torno a la corrupción ha hecho de esta bandera el estigma contra sus adversarios.

Un hecho innegable es que en las ocasiones que algún escándalo por malas prácticas ha trascendido, tiene un impacto explosivo aunque efímero, lo que se explica por la habilidad que tiene el presidente para monopolizar la agenda y desviar la atención de temas incómodos.

Es un actor con muchos recursos a su alcance y la repetición del mensaje cuenta, aunque algunas encuestas sugieren cierto cambio en la percepción del público.

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