El problema del mentiroso es su memoria, que no tiene porqué creerle. Tal es el caso de López Obrador: durante años repitió que él había solicitado licencia a MORENA para dedicar su vida y alma a los pobres; hasta que inventó el juego de las corcholatas y, más recientemente, la entrega del inexistente bastón de mando. Al hacerlo olvidó su mentirosa licencia y hoy dice que entregará la dirección del movimiento para, a partir de mañana, dedicarse a gobernar.
Al hacerlo, además de desmentirse urbi et orbi, confiesa varios posibles delitos. Desde hace cinco años ha mediado su tiempo y atención entre gobernar a México —¡ja, ja, ja!—, al tiempo de dirigir un movimiento político. Más que un problema de tiempo, es un conflicto de intereses: como presidente debe gobernar para todos los mexicanos, de manera imparcial y apegado a la Constitución; como líder de un movimiento político debe atender a los intereses del mismo y, en su personal formación y deformación, si puede, negar que la ley es la ley.
Ocupar su tiempo y los recursos con que el Estado subvenciona su cargo de presidente de la Re-pública para, al mismo tiempo y con prioridad, atender la dirección de un movimiento político —particular, aunque público—, pudiese implicar, además de parcialidad; abuso de poder, malversación de recursos públicos y violación de libertades y derechos políticos de terceros.
Por otro lado, nadie en su sano juicio puede creerle que ahora sí sólo se va a dedicar a gobernar. Primero, porque nunca lo ha hecho, la suya es una tarea destructiva, no constructiva y gobernar implica sumar y coordinar, algo que no puede llegar a entender. Y, segundo, porque lo único que sabe y puede hacer, es andar en campaña y camorra. Es un porro.
Ahora bien, ya que han terminado las precampañas, alarma la simpleza con que doctos y no doctos asumen como democrático lo que no pasa de ser demoscópico y, eso, con serios asegunes de rigor científico, de representatividad y de confiabilidad de eso que hoy osan llamar encuestas. Tema que en su momento habremos de abordar.
El problema es oír a “expertos”, analistas y hasta a las hoy ya coordinadoras del FAM y de la defensa cuatrotera que “el pueblo eligió” y que fue en un “ejercicio democrático”, cuando tan sólo, en ambos casos, lo que tenemos y, repito, con serios cuestionamientos técnicos, son “opiniones” de unos ejercicios demoscópicos que, en su agregación, es difícil calificar científicamente de encuestas: jamás sumar peras con manzanas arrojará un producto confiable.
Ello me lleva a destacar el peligro que la gente dé por elección y democrático lo que es una encuesta o un sondeo; confundiendo la leche con la magnesia y sembrando en el inconsciente social que hoy ya hay una o dos decisiones ciudadanas y democráticas, cuando no es el caso.
Abro un paréntesis: el INE no sólo tiene la obligación de organizar elecciones, está encargado, además, de educar cívicamente y capacitar en lo electoral. No puede ni debe permanecer ajeno e impávido cuando entes de interés público, como lo son los partidos y sus dirigentes, hacen abierta, anticipada y en tergiversación de la ley, un garapiñado entre encuesta y elección; entre democracia y demoscopia. Cierro paréntesis.
Y así llegamos al disparate de ayer en la noche, donde el titular del Ejecutivo federal violó la Constitución en público, a todo color y con alevosía y ventaja, al entregar algo que no existe en ninguna República democrática y moderna: un bastón de mando.
El presidente sólo puede hacer aquello que expresamente la Constitución y las leyes le facultan. No existe en el sistema jurídico y político mexicano la figura de bastón de mando ni de su entrega.
Y abundo lo que comenté con mi amigo García Soto esta semana en la radio: el problema no es el objeto —el bastón—, cuanto la acción —la entrega—; porque el poder, incluso en un partido —que por mandato constitucional se rige democráticamente— no se ¡entrega de forma unilateral!, se construye plural y democráticamente.
López Obrador violenta la Constitución al caricaturizar lo que la misma rige como un proceso democrático y por el que murieron en la Revolución más de un millón de mexicanos: sufragio (voto) efectivo y no reelección. Aquí no hay sufragio y sí hay reelección por interpósita persona y montaje.
No demoscopia en vez de democracia, ni monarquía ni fetiches (bastones) en vez de la soberanía inmanente en el pueblo. No reelección interpósita.
No estamos jugando con formalidades, tiempos, símbolos y espectáculos. México no es una mañanera sin fin. México no es Lord Molécula y su delirante Dios. Estamos dañando las esencias mismas de nuestra República, democracia, ciudadanía y soberanía inmanente.
A México ¡Chingaos!