En 1967 Marchall McLuhan pronunció una terrible maldición: con la cultura de la televisión, el político estará más que dispuesto a abdicar en favor de su imagen, porque ésta será muchísimo más poderosa de lo que él podrá llegar a serlo jamás.
Hoy es cosa de todos los días, incluso en políticos de gran calado, desperdigándose en la fatuidad de una imagen que, como los fuelles, mientras más se infla más vacía queda. Me pregunto qué le diría sobre esto Maquiavelo al príncipe.
Los partidos, por su lado, se diluyen en fetiches e impertinencias, creyendo que señalar malditos, hacerse las víctimas, prometer indefiniciones, como Transformación o lo nuevo, y desvariar en las redes es hacer política.
Más daño le han hecho los publicistas a la política que todos sus enemigos históricos juntos. Creen jugar con emociones, más sólo abrazan la locura.
Publicado en LFMOpinión.
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