Por: Luis Farias Mackey
No lo duden ni un momento hay ConstituciónSolo, amurallado, desaforado, caduco e ideático, pretendió borrar con su ofensiva ausencia y absurdas iniciativas el 5 de febrero y su significado nacional.
Pero desde Querétaro se le recordó: “Este honorable Teatro de la República espera cada 5 de febrero a que los Poderes de la Unión, de cuerpo presente, rindan cuenta del ejercicio de su juramento constitucional”: guardar y hacer guardar la Constitución.
Fue entonces que su ausencia y cobardía se hizo inocultable.
Ya para entnces el día no era de él, y cada vez menos los serán. Fue del Ministro Pérez Dayán y de la Ministra Presidente de la Corte, Norma Piña, que en respuesta al agravio inasitencial del presidente, lo envió en su representación, haciendo valer la autoridad y dignidad del poder Judicial de la Federación. Lo dijo Pérez Dayan mejor que nadie: “por encima de la Constitución, no hay poder alguno, nada ni nadie. No permitamos que esto se olvide o se confunda (…) los tres poderes de la Unión y sus integrantes, cualquiera que sea su origen, son democráticos, al surgir, precisamente, del propio estamento constitucional. Aquí, ninguno es más democrático que el otro”. Ni lo serán.
Pero el aplauso de pie para el Ministro fue y es por habernos recordado el principio de la generalidad de la ley, que obliga a todos, empezando por quienes la crearon y al que la promulgó: La constitucionalidad de la ley, su validez, no depende si proviene de si la autoridad fue electa o no. La ley no distingue orígenes, ni personas, sino la constitucionalidad del acto de autoridad: el voto no otorga patente de inconstitucionalidad.
Y ya para no dejar, el Ministro le le recordó al cobarde de Palacio el Constituyente del 17: “La esencia misma de la magistratura es muy distinta de la función social que ejerce el representante político… Hay que alejar al Poder Judicial de la política y no arrojarlo al fondo de ella, para que no resulte un juego de las pasiones”.
Y padecimiento —pasiones— es el que tenemos por y de presidente.
No puedo dejar fuera el saludo que le mandó a su imposible par: Lenia Batres, cuando dijo que la función de decir la justicia requiere de “luces no vulgares para desempeñar las augustas funciones de este empleo”.
Finalmente su insuperable cierre se oyó hasta el último rincón y oscuridades del Palacio Nacional: “No lo duden ni un momento hay Constitución”.
La pregunta que me hago es ¿Habemus presidente?
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