ara hacer paz y justicia: la traición se utiliza como arma política y tiene consecuencias. Cuando hay incertidumbre en el futuro, fractura de las élites sociales, numerosos conflictos locales y un alto grado de violencia, así como debilidad extrema de las instituciones durante este ciclo sin un rumbo definido.

Es entonces cuando la sociedad se ve forzada a definir explícitamente sus alianzas, elegir sus opciones en función de su peso específico, sus tradiciones familiares y sus fidelidades previas, escoger los instrumentos para hacer valer en el presente y en el próximo futuro, su aportación a cada uno de los candidatos y sus bandos respectivos, y, finalmente, para negociar con los oponentes a lo largo de todo el proceso los aspectos institucionales que éste debía revestir.

El desplome de la autoridad deja sin referentes claros a los protagonistas de decisiones personales, familiares, de facción e incluso de ciudad, de manera que debían efectuar sus elecciones en medio de una altísima tensión e incertidumbre.

Esta coyuntura puede hacer surgir nítidamente valores de clase y concepciones del poder y la justicia que en circunstancias normales influyen en la dinámica social, pero se hallan generalmente velados precisamente por la normalidad institucional y política.

Asimismo, surge la búsqueda de venganza por parte de los políticos y el proceso judicial contra quienes participan del poder. Por el camino afloran inevitablemente la alineación de los principales dirigentes políticos con alguno de los partidos, la intromisión de otros sectores, la confusión entre jurisdicciones, el castigo ejemplar, así como la pacificación del territorio y las luchas de diferentes.

Es en este escenario cuando el nuevo gobierno se puede fundamentar en dos pilares básicos: su derecho “por justicia” y el demérito de los anteriores, a quien se acusa de servirse del poder para la realización de negocios con intereses más que personales, contrarios a la justicia y el derecho y, por tanto, tiranos y traidores.

Una vez que se ha alcanzado la certeza, la legitimidad del nuevo gobierno no depende de una elección sino de un derecho que ha sido puesto en evidencia. Esto permite afirmar retrospectivamente que la actitud de los que contrarios al bando eran rebeldes contra el gobernante, y, por tanto, su actitud se aproxima peligrosamente al delito de traición.

Es cuando las traiciones que se manifiestan a través de los beneficios personales y los negocios pesan más que el interés de la clase política, de la sociedad, y del propio gobierno.

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