“El virus del COVID-19 no se ha ido y los datos de 84 países muestran que en las últimas semanas los casos confirmados han aumentado en el mundo”, declaró esta semana en Ginebra la directora de Prevención y Preparación para Epidemias y Pandemias de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Maria Van Kerkhove.
Cuanto más circula el virus, mayor es la probabilidad de que mute y se vuelva más severo, según los datos y la evidencia científica que maneja la agencia sanitaria internacional.
Ante ese escenario, y a más de cuatro años de declarada la pandemia por COVID-19, un problema de salud cada vez más habitual preocupa a los investigadores: el COVID prolongado.
Las secuelas posteriores al COVID-19, también conocidos como COVID persistente o “long COVID”, hacen referencia a una variedad de síntomas persistentes que algunas personas presentan después de haber cursado la infección inicial por el virus SARS-CoV-2.