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El viernes 13 ha sido considerado a lo largo de la historia como un día de mala suerte en muchas culturas, especialmente en Occidente. Este temor se ha arraigado en diversas creencias y supersticiones, que a menudo se entrelazan con eventos históricos y simbolismos religiosos.
Una de las teorías más comunes sobre el origen de esta superstición se relaciona con la Última Cena, en la que, según la tradición cristiana, hubo trece personas presentes: Jesús y sus doce apóstoles. Judas Iscariote, quien traicionó a Jesús, es a menudo identificado como el décimo tercero en la mesa, lo que ha contribuido a la percepción negativa del número 13. Adicionalmente, la crucifixión de Jesús tuvo lugar un viernes, lo que ha reforzado la asociación del día con la desgracia.
En la cultura nórdica, existe otra leyenda relacionada con el viernes 13. Según las antiguas creencias, la diosa Freyja, asociada con el amor y la fertilidad, era venerada en un día particular de la semana, el viernes. Sin embargo, en algunas tradiciones, se decía que este día se había convertido en uno nefasto por la llegada de un grupo de dioses que desestabilizaban el equilibrio del mundo, lo que también contribuye al desarrollo de la superstición.
El miedo al número 13 tiene un nombre: triscaidecafobia. Este fenómeno ha llevado a la omisión de este número en algunos edificios, aviones e incluso en el número de pisos de algunos hoteles, donde muchas veces se salta directamente de la habitación 12 a la 14.
A pesar de estas creencias, el viernes 13 no es universalmente visto como un día de infortunio. En algunas culturas, como en ciertas partes de España o América Latina, se considera que el martes 13 es el día de mala suerte. Asimismo, hay quienes creen que el viernes 13 puede ser un día propicio para realizar cambios o tomar riesgos.
En conclusión, la asociación del viernes 13 con la mala suerte está profundamente enraizada en la tradición cultural y religiosa occidental. Aunque muchos aún creen en las supersticiones relacionadas con este día, su significado puede variar ampliamente dependiendo de la cultura y las experiencias personales.